Armonía entre vinos y platillos
Nuestro propósito será elegir el vino adecuado para el platillo que nos están sirviendo. Vale la pena reflexionar sobre cómo el vino se mezcla con el platillo, y también sobre cómo la combinación de sabores actúa sobre nuestro paladar.
Todos hemos oído decir que el pescado se debe acompañar con vino blanco y la carne con vino tinto; que el vino espumoso es un aperitivo, y que vino generoso es un digestivo. Sin embargo, esto puede ser ya historia antigua. A la fecha, los entendidos nos dan opiniones dispares, personales y hasta confusas. ¿Por qué? La cocina y el vino han caminado juntos desde el principio. En las regiones productoras de vino, la cocina alcanza niveles de gran sofisticación; y se hace casi imposible disociarla del vino. Enumeremos unos cuantos principios básicos:
• Por la acidez propia del vino, reacciona favorablemente con ciertos alimentos.
• Por su contenido alcohólico, el vino comunica intensidad y agrega un toque penetrante al guiso del que se trate.
• Por su dulzor, aumenta el cuerpo y da una consistencia cremosa al platillo.
Debido a las diferencias en la percepción de los sabores del vino y del platillo, cada uno de nosotros va a llegar a conclusiones diversas. Este efecto se puede deber a factores personales. Sin duda alguna, los hábitos alimenticios han dejado fuerte huella en cada quien.
Por las razones anteriores sabemos de antemano que va a ser muy difícil llegar a un consenso general sobre la armonía entre un platillo y un vino.
No en balde se le llama “maridaje”; palabra que proviene del vocablo francés "mariage", que significa matrimonio. Matrimonio entre el comer y el beber; encontrar la pareja perfecta para que se acompañen mutuamente.
Posiblemente el secreto de un buen "maridaje" esté en arriesgarse igual que en el matrimonio: en este caso en asociar las diferentes personalidades de las uvas con la personalidad del platillo del que vamos a disfrutar.
Bon apetit en todos los sentidos de sus vidas!!!
Nuestro propósito será elegir el vino adecuado para el platillo que nos están sirviendo. Vale la pena reflexionar sobre cómo el vino se mezcla con el platillo, y también sobre cómo la combinación de sabores actúa sobre nuestro paladar.
Todos hemos oído decir que el pescado se debe acompañar con vino blanco y la carne con vino tinto; que el vino espumoso es un aperitivo, y que vino generoso es un digestivo. Sin embargo, esto puede ser ya historia antigua. A la fecha, los entendidos nos dan opiniones dispares, personales y hasta confusas. ¿Por qué? La cocina y el vino han caminado juntos desde el principio. En las regiones productoras de vino, la cocina alcanza niveles de gran sofisticación; y se hace casi imposible disociarla del vino. Enumeremos unos cuantos principios básicos:
• Por la acidez propia del vino, reacciona favorablemente con ciertos alimentos.
• Por su contenido alcohólico, el vino comunica intensidad y agrega un toque penetrante al guiso del que se trate.
• Por su dulzor, aumenta el cuerpo y da una consistencia cremosa al platillo.
Debido a las diferencias en la percepción de los sabores del vino y del platillo, cada uno de nosotros va a llegar a conclusiones diversas. Este efecto se puede deber a factores personales. Sin duda alguna, los hábitos alimenticios han dejado fuerte huella en cada quien.
Por las razones anteriores sabemos de antemano que va a ser muy difícil llegar a un consenso general sobre la armonía entre un platillo y un vino.
No en balde se le llama “maridaje”; palabra que proviene del vocablo francés "mariage", que significa matrimonio. Matrimonio entre el comer y el beber; encontrar la pareja perfecta para que se acompañen mutuamente.
Posiblemente el secreto de un buen "maridaje" esté en arriesgarse igual que en el matrimonio: en este caso en asociar las diferentes personalidades de las uvas con la personalidad del platillo del que vamos a disfrutar.
Bon apetit en todos los sentidos de sus vidas!!!
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